CAPITAL FEDERAL, Junio 03.-(Por Mario Wainfeld) Lo que va de 2008 a hoy, más diferencias que semejanzas. Un paso inusual de Scioli. Los socios de la reforma fiscal, la Rosada que conduce. El rompecabezas opositor. Las críticas de los ruralistas, sus aliados. La acción directa frente a las instituciones. Cacerolazos furiosos.
Un impuesto al patrimonio, progresivo por principio, impulsado por gobiernos plebiscitados recientemente en las urnas. La resistencia de las patronales agropecuarias, que se traduce en un veloz lockout. La reaparición de energúmenos millonarios en dólares y de líderes guturales como Hugo Biolcati o Alfredo De Angeli. El afán de nacionalizar un conflicto situado en la Pampa Húmeda. Las cacerolas de teflón que repican. Las corporaciones mediática y agraria como vanguardias de la oposición al Gobierno. Hay elementos dispersos que sirven para hablar de un déjà-vu... pero la historia es chúcara para admitir repeticiones.
Demasiadas circunstancias han variado, como se irá diciendo.
El Frente para la Victoria (FpV) está (en este punto) unido y no en dispersión como en 2008. Los partidos opositores no suman adhesiones, por el contrario siguen tramitando la catástrofe electoral y buscando reagruparse, acaso aprendiendo algo del pasado reciente. El 54 por ciento de los votos pesa más que un puñado de vecinos porteños VIP sacados, que agreden a periodistas que están laburando.
En 2008 se suponía (erróneamente, aunque con indicios que fundaban el temor o la esperanza) que el ciclo kirchnerista comenzaba su cuenta regresiva. La ley de medios era una demanda venerable de luchadores sociales pero no figuraba en la agenda oficial. En 2012 la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales está instalada, con cien peripecias. Y el reloj corre contra el principal multimedios, por imperio de la norma y la (tardía pero inexorable) convalidación de la Corte Suprema.
La lucha continúa, más vale. El abuso de la acción directa (un clásico nacional, transversal y pluriclasista) es la mayor apuesta de la derecha. La correlación de fuerzas es muy otra que antaño: en el Congreso, en la Legislatura, en la capacidad de movilización, en la disputa cultural. La desesperación y la furia de la derecha parecen jugarle en contra, pero la lucha continúa. Y ciertos jugadores piensan en términos de vida o muerte, por lo que no reparan en medios ni en ataduras democráticas.
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Novedades bonaerenses: El gobernador Daniel Scioli obró un milagro de su cuño en el conflicto “del campo”, Part I. Pudo surfearlo sin enojarse mucho con nadie. Se alineó con el gobierno nacional, al punto de exponerse con la candidatura testimonial en 2009. Pero, aunque lo tildó de flojo y de Chirolita, la vanguardia de la derecha real (los poderes fácticos) nunca lo consideró un enemigo. Fue relegado en las preferencias políticas por las fantasías paridas por las retenciones móviles (el Grupo A, el ex vicepresidente Julio Cobos, el senador Carlos Reutemann, ¡el ex presidente Eduardo Duhalde!). Tuvo una efímera resurrección cuando falleció el ex presidente Néstor Kirchner y se fabuló con la inviabilidad de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Scioli hizo unos amagues temerarios, que la Casa Rosada registró con minucia y jamás olvidará, pero luego volvió al redil.
Desde diciembre de 2012 recuperó el lugar de eventual esperanza blanca. En ese marco, acaso por primera vez en su trayectoria, se puso de punta con el poder económico. Desde 2007 la gobernabilidad sciolista (digna heredera del duhaldismo) se fundó en pactos con los poderes instalados. Con la Policía Bonaerense en materia de seguridad, con la cúpula de Iglesia Católica en materia educativa, con un abanico inigualado de medios pseudo oficialistas y opositores. Contradijo ese paradigma en estos días, acaso forzado por la necesidad de recursos.
Lo cierto es que enfrentó, con una reforma modesta pero de sesgo equitativo, a los poderes fácticos. Trasgredió una constante, un patrón propio de conducta. Y, por añadidura, definió por decreto el revalúo de los inmuebles rurales cuya tasación anterior se remontaba al Paleozoico superior, etapa añorada por la derecha autóctona.
Nada es definitivo en los asuntos humanos, menos en la política, menos en la cultura justicialista. Pero el gobernador alteró sus hábitos.
Otro dato nodal: actuó “conducido” por la Presidenta. Fue ésta, a través de varios intermediarios, la que le indicó el camino del decreto para cortar el nudo gordiano de las trabas opositoras. Y para comprometerse a fondo con la reforma. Y el gobernador acató, lo que explica parte de la furia anti K que se desató contra él.
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En estado de asamblea: La oposición trababa el quórum en la Cámara de Diputados provincial, por un pelito. Sus reclamos eran explícitos y bien públicos. Una exclusión a las cooperativas, que el oficialismo convalidó. Y que Scioli “pagara el costo” de decretar el revalúo por su cuenta y riesgo. Las maratónicas sesiones del jueves pasado estaban preanunciadas y sinceradas. La fragmentación de los bloques del radicalismo y del peronismo federal es previa a este debate y lo trasciende.
Los correligionarios de la UCR están abocados a su interna. Y es proverbial que para ellos las internas son como el dulce de leche: es lo que más les gusta aunque a veces empacha o empalaga. Son las líneas internas las que marcan las diferencias y no su alineamiento con la reforma impositiva. Los medios dominantes los azuzan y castigan porque no comparten su nueva táctica que incluye la posibilidad (minoritaria en los hechos) de no oponerse a tooooodo lo que propugna el FpV. En lo atinente a