El centro de rehabilitación "Rescatando vidas", que tiene su sede en la esquina de las calles Laprida y Doctor Bóscolo, fue señalado por reiterados maltratos y agravios contra las personas a las que asiste, en su mayoría jóvenes mayores de edad con problemas de adicción.
Fue precisamente la familia de un hombre que, hasta la pasada semana estuvo alojado allí, quien acusó al pastor Manuel Osuna de varias irregularidades.
El escándalo se destapó tras la desaparición de un hombre que se hallaba internado desde hacía un año en ese centro y que el jueves 11 de marzo se fue. Su familia había solicitado ayuda en los medios de prensa para difundir la búsqueda que, afortunadamente, tuvo un final alentador: Cristian González, el hombre que se fue del Hogar, se había reencontrado al día siguiente - viernes 13 de marzo - con sus hermanas en su Córdoba natal, donde les contó el horror que vivió durante los meses que estuvo alojado en “Rescatando vidas”.
Según los dichos de Cristian, las condiciones de permanencia son poco menos que infrahumanas e hizo mención a la comida en mal estado, elaborada a partir de verduras que los comercios desechan y pequeños trozos de carne que deben recortar de la grasa que también reciben como donativo. Que si quieren comer un postre (ensalada de frutas confeccionada también con frutas desechadas) la deben abonar 120 pesos.
Que diariamente les entregan 30 piezas de pan casero a cada uno, que obligatoriamente deben salir a vender a domicilio. Que muchas veces deben realizar esa venta bajo el sol ardiente o las lluvias inclementes. Que el importe de las ventas, debe ser entregado, percibiendo ellos apenas un mínimo porcentaje.
En cuanto a las condiciones de habitabilidad, cuenta que son pésimas, que hay en el lugar infinidad de ratas como consecuencia de la mugre que hay en el lugar.
Entre las serias y graves acusaciones, Cristian le contó a su hermana que el pastor a cargo del centro obliga a los internos a vender golosinas a los automovilistas que se detienen en semáforos de la ciudad, e incluso son obligados a realizar tareas de albañilería, en construcciones que efectúa uno de los pastores.
Si bien ante la prensa, el pastor desmintió este lunes que los familiares de los jóvenes internos en recuperación abonaran una mensualidad, este medio ha recibido los comprobantes de pago que desestiman lo dicho por Osuna. Las cifras van desde los 14 mil a los 19 mil pesos.
Falta de controles
La hermana de Cristiaa, por su parte, denunció la falta de inspecciones por parte de las autoridades gubernamentales, hecho que, en cierta forma, se comprobó cuando el pasto Osuna, durante su entrevista, no supo recordar cuándo fue la última visita de Bromatología de la Municipalidad de Salto al Hogar que funciona en Salto desde hace ya casi 6 años.
“Hubo inspecciones, pero no recuerdo cuándo. Ya es un tema del que se tienen que ocupar las autoridades, no nosotros”, retrucó Osuna.
Osuna minimizó la situación aduciendo que se trata de un “malentendido”. Asegura que el pago que se realiza es una cuota alimentaria para la comida de los jóvenes que se hallan allí internados.
“Aquellos que no pueden mandar mercadería porque la distancia no se los ha permitido, hacen un depósito de 10 mil pesos mensuales - Los comprobantes demuestran lo contrario - , para que los chicos puedan comer”, decía ante la prensa el pastor, a quien por cierto no es la primera vez que se lo acusa de maltratos y desidia dentro de las instalaciones a su cargo.