Opinión

Se va armando el fixture

CAPITAL FEDERAL, Junio 13.-(Por Mario Wainfeld) El oficialismo: de “madura el KO” al centro del ring. Ricardo Alfonsín, las razones de una victoria. Cobos, otro traspié en un mal año. La convocatoria del ganador a sus aliados, una lectura posible. El peronismo federal, un pacto no escrito ni certero. Política y economía en el centro del mundo: gobiernos que ajustan y trastabillan.

 

A dos años del voto “no negativo”, a casi uno de las elecciones parlamentarias de medio término y a más tres meses de la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso (tres derrotas impactantes y secuenciales), el oficialismo está muy lejos de la condición de noqueado. Así se lo imaginó (y se lo diagnosticó) una y otra vez, en forma acumulativa. Se especuló con la pérdida de iniciativa, con la diáspora de partidarios y dirigentes, con la ferocidad del peronismo cuando “huele sangre”. En cada caso, empero, el gobierno mantuvo la vertical, recobró aire, conservó el centro del ring y, aunque en proporción menor a años atrás, el dominio de la agenda. Se valió de instrumentos heterodoxos: tomó de alforjas ajenas la ley de medios o la Asignación Universal. Mantuvo en general la ofensiva a la que es adepto, pero no le hizo asco a colgarse del travesaño en Diputados y Senadores ante fuertes ofensivas adversarias. El comienzo del Mundial (del que es dable esperar, si no una tregua, un ralentamiento de la acción política) lo encuentra en avance, mejorando la imagen pública de sus referentes, que aún deben repechar una cuesta empinada. Una encuesta de una consultora insospechada de kirchnerismo revela un cambio positivo en las expectativas ciudadanas.

 

El contexto económico, que combina crecimiento e inflación elevados con consumo a todo vapor, exaspera menos a los actores de carne y hueso que a los popes de la derecha económica. Las vacaciones, Semana Santa y el Bicentenario mostraron ciudadanos de todo el espectro social rebuscándosela para pasarlo bien, en la medida de sus posibilidades.

 

El “efecto carótida”, un sentimiento nacional pre o extra kirchnerista, las carencias de la oposición son explicaciones tentativas o parciales. También es real que el contexto es menos ominoso que la pintura de ciertos medios o comentaristas, que hay perspectivas o incentivos para trabajar o pelear el salario. Y que el oficialismo es un hueso duro de roer. Si las elecciones fueran hoy, supone el cronista, sus chances serían exiguas. Pero serían mayores que hace seis meses o un año. Y no son hoy, sino dentro de 16 meses.

 

En ese marco de primacía oficialista, sostenida trabajosamente ante los embates mediáticos y en franca minoría en Diputados, la oposición produjo dos hechos relevantes, de muy distinta magnitud. El primero, cronológica y políticamente, fue el triunfo del diputado Ricardo Alfonsín en la interna radical en la provincia de Buenos Aires. El segundo, la declaración conjunta de dirigentes peronistas disidentes asegurando que llevarán un solo candidato a las presidenciales.

 

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Alfonsín venció con holgura a las huestes de Julio Cobos, conducidas por conspicuos dirigentes de la Coordinadora. Se desconocen cifras precisas sobre la participación y el escrutinio final. En las internas esas elipsis son habituales y es frecuente que se exagere el número real de votantes, algo que conviene a todos los intervinientes. No hay por qué indignarse con esas picardías habituales, en tanto los comicios sean limpios y se exprese la voluntad de los participantes, pero es bueno recordarlo. También debe convenirse que los padrones siguen estando inflados, lo que relativiza la estimación del porcentaje de participantes. Lo cierto es que Alfonsín primó cómodo, que acreditó legitimidad en tanto el desempeño del “aparato” fue muy flojo teniendo en cuenta que no hubo una avalancha de votantes sueltos.

 

Se sindicó como sorpresivo el éxito de Alfonsín, acaso no lo fuera tanto. Como se apuntó en esta columna hace más de un mes, “Ricardito” hizo campaña poniendo el cuerpo. Recorrió el territorio, convocó a reuniones, fatigó comités y compartió asados en la vasta geografía bonaerense. El vicepresidente Cobos, que además no era candidato, miró Buenos Aires desde un mangrullo. Se puso en manos de dirigentes tan avezados como desgastados y no procuró cercanía con la base radical. Sobreestimó su imagen mediática mientras subestimaba las suspicacias sobre su zigzagueante trayectoria, que incluyó la deserción partidaria y la coalición con el kirchnerismo. Alfonsín se colocó, con facilidad, más cerca del corazoncito boina blanca: por apellido, por discurso y por trayectoria. Su logro fue también el del presidente del partido, Ernesto Sanz: limitar (como mínimo) la hegemonía de Cobos, demostrarle que no es el dueño del padrón radical y que no puede mandarse solo.

 

La eventual candidatura presidencial de Alfonsín, en desmedro de la del mendocino, no es un hecho inapelable pero sí una hipótesis. Por lo pronto, acota el margen de maniobra de Cobos, les pone luz roja a algunas de sus hipótesis de trabajo (una alianza con Francisco de Narváez, por caso) y le ratifica que el 2010 no es su año de suerte.

 

Lo demás está por verse. Estrategas me

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